Cuidar que no degenere nuestra Obra
Toda degeneración inicia con la no participación. Un Dirigente debe responsabilizarse de su cargo y asistir a los eventos eclesiales a que se le convoca, así como informar sobre ellos a sus dirigidos, para así infundirles espíritu de Iglesia.
El Dirigente debe guiar con el ejemplo. Si no piensa como Dirigente no podrá actuar como Dirigente y es mejor que deje su cargo y no perjudique a los que dependen de él.
Los Dirigentes que realmente se comprometan serán los que sostengan a la Iglesia. No debemos tener miedo a la poda, a lo que debemos temer es a la degeneración. En las manos de los buenos Dirigentes está, en forma humana, el futuro de nuestra Obra.
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