martes, 10 de noviembre de 2009

Anecdotas Sacerdotales I

Hace algunas semanas el sitio de Catholic.net lanzó un concurso acerca de anecdotas sacerdotales, el cual ya terminó y han publicado todas las que recibieron.

He leído algunas y se me han hecho muy interesantes, de ahi que les iré poniendo las que a mi en particular más me fascinaron...

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Me siguen llamando el Padre Gómez. (Carlos José Gómez Valdivieso.) Nací el 4 de Noviembre de 1928 en Floridablanca (Santander –Colombia.) Estudie Filosofía y Teología en el seminario de Valmarìa (Bogotá-Colombia.) Ingresé a la Comunidad Eudista en 1952. Con mucha alegría y disposición para servir al Señor y ser digno de Él y cumplidos los requisitos para ser llamado al Orden Sacerdotal, surgieron inesperados tropiezos.
Históricamente, los Conservadores eran vistos como enemigos de la Iglesia, en tanto que los Liberales, como enemigos de Ella. Por ser mi padre un Liberal reconocido en el pueblo donde nací, los Conservadores enviaron varias misivas al Obispo para obstaculizar mis propósitos de ser sacerdote. Como para Dios nada es imposible, un sacerdote le informó a mi padre que el Obispo de Caracas me recibiría. Dios pudo más que la política y como la cruz nunca puede faltar en los caminos del Señor ahí estuvo presente.
-Mi padre me dijo: hijo ¿verdaderamente quieres ser sacerdote? –Sí, papá. ¿Por qué me preguntas esto?
-hijo, me enteré que no te van a permitir llegar al sacerdocio por problemas políticos.
-papá; yo siento que Dios me llama a ser un buen sacerdote y generosamente le he dicho que sí, que quiero entregar la vida por El.
-hijo, yo te mando a Caracas, pero es muy duro dejar la patria, familia, amistades, etc.
-¿Estás dispuesto a abandonar y dejarlo todo por este ideal?
-Sí, papá.
Efectivamente me recibieron en el seminario y dejaba para siempre, mi patria. Con gran dolor; no puedo describir aquel momento. Sólo sé que mi corazón latía como nunca, teniendo muy presente estas palabras:
“No es digno de Mí, quien no toma su cruz para seguirme." Mt10, 37
Por la Gracia de Dios y su infinita misericordia, a pesar de mis debilidades y flaquezas, recibí la ordenación en 1956. Para algunos no sería un sacerdote fácil de entender por mis exigencias radicales; para otros era bueno, sencillo, humilde, servicial, abnegado, puntual, responsable, y en todo momento dispuesto a perdonar. Entre todas estas cualidades estaban además la alegría, la sinceridad, la comprensión, generosidad, lealtad, capacidad para sentir el dolor ajeno, solidaridad, amor por mi familia y feligreses.
Siempre gocé haciendo el bien, velando por la defensa de la verdad y siendo coherente con lo que hacía y decía. En mi corazón, en todo momento hubo un lugar especial, tanto para los enfermos como para los pobres, con quienes compartí lo poco que tuve.
A pesar de los sin sabores que pasé, quise mucho a mi Congregación de los Sagrados corazones de Jesús y María. Durante 25 años colaboré en la formación de sacerdotes. Me desempeñé como párroco durante 21 años en Nuestra Señora de los Ángeles. Otros años en Maracaibo, donde fui asesor de grupos de Cursillistas y Legión de María. La Oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas, fue parte esencial en mi pastoral. En los seminarios donde estuve en Venezuela, tuve a cargo las cátedras de Matemáticas, Biología, griego y Latín.
Uno de los momentos más gratos era la preparación y enseñanza del catecismo, la devoción a la Santísima Virgen, el Santo Rosario y el rezo del breviario. Muero de un paro cardiaco a la edad de 71 años. Mis últimas palabras fueron: “Señor estoy listo, en tus manos encomiendo mi espíritu.”
Quienes participamos en sus exequias experimentamos un sincero dolor. Durante 38 horas fueron visitados sus restos; una cantidad de feligreses se hizo presente frente a la iglesia donde celebro muchos años para darle como homenaje su último adiós. Su recuerdo perdurará en el corazón de ellos para siempre.
--Carmen Teresa Mantilla Gómez y Clara Milena

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