sábado, 21 de noviembre de 2009

Anecdotas Sacerdotales 5


A un joven sacerdote le habían asignado reabrir una iglesia en los suburbios de Brooklyn, New York. Estaba entusiasmado con la preciosa tarea pero cuando llegó se encontró que estaba en pésimas condiciones y había mucho trabajo para repararla. Pero su ilusión le hizo fijarse la meta de tener todo listo para Nochebuena. Trabajó arduamente, reparando los bancos, paredes, pintando, etc., y para el 18 de diciembre ya había casi terminado.

Pero al día siguiente cayó una terrible tempestad en la zona que duró dos días. Cuando el 21 el sacerdote fue a ver la iglesia, su corazón se contrajo. El agua se había filtrado a través del techo y había destruido la pared frontal del santuario, justo detrás del púlpito, dejando un hueco considerable. El sacerdote limpió el desastre y, no sabiendo qué más hacer sino posponer la celebración de la Nochebuena, salió triste para su casa. En el camino vio un mercadillo con fines caritativos y se entretuvo ojeando los artículos en venta. Uno de ellos era un hermoso mantel hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el centro. Era justamente el tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared. Lo compró y volvió atrás camino a la iglesia. Justo había empezado a nevar.

Una mujer mayor iba corriendo tratando de alcanzar el autobús pero lo perdió. El sacerdote la invitó a refugiarse en la iglesia, ya que el próximo tardaría unos 45 minutos. La señora, agradecida, se sentó en uno de los bancos sin prestar atención al pastor que intentaba colocar, subido en una escalera, el mantel como tapiz para tapar el hueco. De pronto, la mujer pálida como una hoja de papel, le dijo: Padre, adónde consiguió usted ese mantel? El padre le explicó. La mujer miró en la esquina si encontraba unas iníciales bordadas. Y allí estaban. Ella había bordado ese mantel 35 años atrás en Austria. La mujer le explicó que cuando los Nazis llegaron, tuvieron que huir pero fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a ver a su esposo. El sacerdote la acompañó a su casa y, aunque quiso regalarle el mantel, ella no quiso.

Qué maravillosa fue la celebración de la Nochebuena! Al terminar, todos se marcharon a sus casas menos un viejecito que se quedó atónito delante del púlpito. El hombre preguntó asombrado dónde había encontrado ese mantel. Después de habérselo contado, le explicó al sacerdote que un mantel igual a ese lo había bordado su esposa, a la que nunca volvió a ver porque fue detenida durante la guerra en Austria hacía ya 35 años. El pastor quiso, mientras le contaba la historia, llevarlo con Él a dar una vuelta. Se dirigieron hasta la misma casa donde el padre había llevado a la mujer tres días antes. Tocó en la puerta y presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado.

--Jeannette Franco, El Salvador

martes, 17 de noviembre de 2009

Anecdotas Sacerdotales 4

Al salir de la congregación pasionista el arzobispo Mons. Rivera y damas me mando al pueblito San José Villanueva donde ni casa parroquial había. Una noche caí en depresión por lo mismo y me puse una pistola en la cabeza y empecé a apretar el gatillo de la pistola en tres veces y no dispara luego apunte al aire y que dispara hasta que termine todos los tiros. En ese momento me temblaba todas las piernas y empecé a llorar y me hinque y llorando le pedí perdón a dios y le promete que trabajaría incansablemente por su reino por su pueblo por su iglesia.
Empecé a construir con la comunidad la casa parroquia no le pedí ni un cinco al arzobispado con actividades de la gente que a pesar de su pobreza me han apoyado. Luego he fundado cinco escuelitas, los maestros los pago yo con lo que gano de capellán en otros colegios de santa tecla. Iniciamos las escuelitas con 35 alumnos ahora ya son 1044 en la del pueblo más 800 en las otras de los cantones.
También quiero compartir que cuando llegue al pueblo me fumaba dos cajetillas de cigarros y la primera ofrenda que recibí fueron 6.50 de colon menos de un dólar eso costaba una cajetilla de cigarros, me dije la gente en medio de su pobreza me da para que coma no es justo que lo gaste en cigarros desde ese momento jure no volver a fumar y lo he cumplido hasta hoy.

--P. Mario Adín Cruz Saldivar, El Salvador

domingo, 15 de noviembre de 2009

Anecdotas Sacerdotales 3


Mi hermana le dio preclampsia cuando esperaba un bebé, y debido a las circunstancias y la mala práctica médica de un hospital público de Quito perdió a su bebe y no solo eso paso una semana en terapia intensiva, fue cuando yo su hermana acudí donde el Padre José Valdiviezo a contarle esta triste situación y él me pidió que lo llevara donde mi hermana lo más pronto y cuando los médicos no daban esperanzas de su recuperación debido a que sus riñones dejaron de funcionar el padre llego la confesó, le llevo la comunión y le dio la unción de los enfermos, y esa misma tarde salió a sala de recuperación porque sus riñones comenzaron a funcionar. A parte de ello los médicos le prohibieron que se quedara embarazada porque existía un riesgo peor, y sin pensar un día volvió a embarazarse y acudimos nuevamente donde Éste sacerdote para que nos ayudara a orar por la salud de los dos, y Dios nos regalo la gracia de que hoy tenga un bebe sano, fuerte y ella esté bien, el médico que la trató dijo que ese bebe es un milagro porque el útero estaba tan enfermo que no ningún niño podía haber crecido ahí...La intercesión de este sacerdote ante Dios fue inmensa es por ello que mi familia lo queremos mucho y oramos mucho por él y su vocación. Nadie como Dios...

--Patricia Cáliz Ramos, El Salvador

Anecdotas Sacerdotales 2


Mi tío que es sacerdote franciscano nos cuenta que cuando oficiaban una misa de boda, tenían todos los hermanos por costumbre ver a la novia que les tocaba casar y comentaban que bonita novia! o lo contrario: que fea novia! así que un día le toco una boda y se asomó a ver a la novia y comentó que fea novia me tocó casar! y entonces le dijo el monaguillo: padre, tiene el micrófono encendido! así es que todos los asistentes lo escucharon! y así tuvo que salir a oficiar la santa misa pero por supuesto … Él que es blanco y pelirrojo rojo de la cara de vergüenza!

--E.E.M., México

martes, 10 de noviembre de 2009

Anecdotas Sacerdotales I

Hace algunas semanas el sitio de Catholic.net lanzó un concurso acerca de anecdotas sacerdotales, el cual ya terminó y han publicado todas las que recibieron.

He leído algunas y se me han hecho muy interesantes, de ahi que les iré poniendo las que a mi en particular más me fascinaron...

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Me siguen llamando el Padre Gómez. (Carlos José Gómez Valdivieso.) Nací el 4 de Noviembre de 1928 en Floridablanca (Santander –Colombia.) Estudie Filosofía y Teología en el seminario de Valmarìa (Bogotá-Colombia.) Ingresé a la Comunidad Eudista en 1952. Con mucha alegría y disposición para servir al Señor y ser digno de Él y cumplidos los requisitos para ser llamado al Orden Sacerdotal, surgieron inesperados tropiezos.
Históricamente, los Conservadores eran vistos como enemigos de la Iglesia, en tanto que los Liberales, como enemigos de Ella. Por ser mi padre un Liberal reconocido en el pueblo donde nací, los Conservadores enviaron varias misivas al Obispo para obstaculizar mis propósitos de ser sacerdote. Como para Dios nada es imposible, un sacerdote le informó a mi padre que el Obispo de Caracas me recibiría. Dios pudo más que la política y como la cruz nunca puede faltar en los caminos del Señor ahí estuvo presente.
-Mi padre me dijo: hijo ¿verdaderamente quieres ser sacerdote? –Sí, papá. ¿Por qué me preguntas esto?
-hijo, me enteré que no te van a permitir llegar al sacerdocio por problemas políticos.
-papá; yo siento que Dios me llama a ser un buen sacerdote y generosamente le he dicho que sí, que quiero entregar la vida por El.
-hijo, yo te mando a Caracas, pero es muy duro dejar la patria, familia, amistades, etc.
-¿Estás dispuesto a abandonar y dejarlo todo por este ideal?
-Sí, papá.
Efectivamente me recibieron en el seminario y dejaba para siempre, mi patria. Con gran dolor; no puedo describir aquel momento. Sólo sé que mi corazón latía como nunca, teniendo muy presente estas palabras:
“No es digno de Mí, quien no toma su cruz para seguirme." Mt10, 37
Por la Gracia de Dios y su infinita misericordia, a pesar de mis debilidades y flaquezas, recibí la ordenación en 1956. Para algunos no sería un sacerdote fácil de entender por mis exigencias radicales; para otros era bueno, sencillo, humilde, servicial, abnegado, puntual, responsable, y en todo momento dispuesto a perdonar. Entre todas estas cualidades estaban además la alegría, la sinceridad, la comprensión, generosidad, lealtad, capacidad para sentir el dolor ajeno, solidaridad, amor por mi familia y feligreses.
Siempre gocé haciendo el bien, velando por la defensa de la verdad y siendo coherente con lo que hacía y decía. En mi corazón, en todo momento hubo un lugar especial, tanto para los enfermos como para los pobres, con quienes compartí lo poco que tuve.
A pesar de los sin sabores que pasé, quise mucho a mi Congregación de los Sagrados corazones de Jesús y María. Durante 25 años colaboré en la formación de sacerdotes. Me desempeñé como párroco durante 21 años en Nuestra Señora de los Ángeles. Otros años en Maracaibo, donde fui asesor de grupos de Cursillistas y Legión de María. La Oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas, fue parte esencial en mi pastoral. En los seminarios donde estuve en Venezuela, tuve a cargo las cátedras de Matemáticas, Biología, griego y Latín.
Uno de los momentos más gratos era la preparación y enseñanza del catecismo, la devoción a la Santísima Virgen, el Santo Rosario y el rezo del breviario. Muero de un paro cardiaco a la edad de 71 años. Mis últimas palabras fueron: “Señor estoy listo, en tus manos encomiendo mi espíritu.”
Quienes participamos en sus exequias experimentamos un sincero dolor. Durante 38 horas fueron visitados sus restos; una cantidad de feligreses se hizo presente frente a la iglesia donde celebro muchos años para darle como homenaje su último adiós. Su recuerdo perdurará en el corazón de ellos para siempre.
--Carmen Teresa Mantilla Gómez y Clara Milena