lunes, 21 de diciembre de 2009

Anecdotas Sacerdotales 18


Voy a contar un acontecimiento que se dio el viernes santo del año 2000. Mons. Oswaldo Mondragón (de feliz memoria) sucedió que se ese día fue tan especial, el solía ser de carácter recio, pero como dice un adagio de pastoral del sacramento: "león feroz en el pulpito y manso cordero", a las señoras mayores le agradaba.

Sucedió que ese día, todos vivimos con especial devoción el viacrucis, el oficio de tinieblas o rezo del oficio divino del viernes santo y el sermón de las siete palabras. Llegado el momento de la adoración de la santa cruz, estábamos en la adoración cuando vino una señora con un niño en sus brazo en estado agónico y pedía que el niño fuera bautizado y eso me llamo la atención, porque no se negó, y fue tan especial ese momento porque terminado de darle la intinción con el agua, el niño suspiro. Fue para mí algo impactante que quedo grabado desde ese momento, porque una semana después después de dos infartos, entrego su alma al CREADOR, luego de él mismo según cuenta su secretario personalmente se administro la santa unción y la comunión cinco horas antes de morir. Para mí fue algo especial, porque así como se llega a relacionar la muerte de Lázaro y la hija de Jairo con la muerte de Jesús, yo relaciono de modo especial la muerte de este niño a las 3pm y una semana después, el jueves de pascua a la seis de la mañana de este sacerdote, que toda su vida fue una entrega a Dios.

Hoy nueve años más tarde, con casi cinco años de sacerdocio le pido a Dios, me dé un corazón de pastor como san Juan María Vianney y Mons. Mondragón. Cuando estaba con poco antes de su muerte ya cursaba tercer año de filosofía y para mí fue modelo de sacerdote. Esta es una anécdota de este sacerdote. Si no gano el concurso, tengo el gusto de compartir esta experiencia con ustedes.

--Pedro José Vado Cajina, Nicaragua

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